El pedido de los obispos de La Matanza
Luego del asesinato del chofer de la línea 620 en La Matanza, las diócesis de San Justo y Gregorio de Laferrere emitieron un comunicado conjunto este martes 4 de abril.
En el escrito, el obispo de San Justo, monseñor Eduardo Horacio García y el obispo de Gregorio Laferrere, monseñor Jorge Torres Carbonell, expresaron: “En las puertas de la Semana Santa, los hechos acontecidos el día de ayer y que son de público conocimiento, nuevamente nos confirmó que la Pasión sucede hoy: un inocente asesinado fruto de la falta seguridad instalada en nuestros barrios y de los pequeños intereses creados”.
Seguidamente, los obispos aseguraron que “si bien nos consterna, no nos asombra porque es uno más en la lista de los últimos años en los cuales ningún barrio ni zona quedó exento del robo, la entradera, el apriete, el choreo de celulares a plena luz del día; muchos de ellos seguidos de muerte”.
“Necesitamos una política de seguridad que encare esta problemática y que lo resuelva con más efectivos en la zona de los hechos, hasta que las aguas bajen”, señalaron, al tiempo que indicaron que “una de las cosas más lamentables es que no se trata de grandes atracos, desfalcos o robos programados a los ricos —lo cual tampoco está bien— sino que se está generando una guerra de pobres contra pobres”.
En otro sentido, en el comunicado repudiaron además los hechos de violencia del día de ayer y “del que fuimos testigos sabiendo que la violencia solo engendra más violencia”. “También sabemos que es difícil pedir un diálogo sereno con la sangre de un compañero trabajador en las manos, sabiendo que mañana puede ser la propia o la de un ser querido”, señalaron.
Finalmente, manifestaron: “Reclamamos respuestas visibles que cuiden la vida de nuestro pueblo, de otro modo estamos corriendo el riesgo de ser una sociedad que empiece a hacer justicia por su propia mano y eso es algo que no queremos, porque la injusticia y la violencia que generarían serían aún más grandes”.
Texto del comunicado
En las puertas de la Semana Santa, los hechos acontecidos el día de ayer y que son de público conocimiento, nuevamente nos han confirmado que la Pasión sucede hoy: un inocente asesinado fruto de la falta seguridad instalada en nuestros barrios y de los pequeños intereses creados.
Si bien nos consterna, no nos asombra porque es uno más en la lista de los últimos años en los cuales ningún barrio ni zona ha quedado exento del robo, la entradera, el apriete, el choreo de celulares a plena luz del día; muchos de ellos seguidos de muerte.
La sensación de los vecinos es que vivimos en territorio liberado o negociado. Liberado porque se hace la vista gorda a menos que el hecho se venga encima y no haya más remedio que actuar; negociado porque atrás de esta inseguridad sabemos que operan las grandes mafias de los narcos que han invadido con su negocio nuestros barrios y tienen como soldaditos a nuestros pibes o como consumidores que salen a robar lo que sea para poder ir a comprar la “merca” que necesitan para seguir viviendo.
Necesitamos una política de seguridad que encare esta problemática y que lo resuelva con más efectivos en la zona de los hechos hasta que las aguas bajen.
Una de las cosas más lamentables es que no se trata de grandes atracos, desfalcos o robos programados a los ricos -lo cual tampoco está bien- sino que se está generando una guerra de pobres contra pobres.
Los que van a trabajar a las 5 de la mañana son pobres.
Los choferes de colectivos son pobres.
Las amas de casa son pobres. Los docentes son pobres.
Nadie queda afuera de la inseguridad y del temor por sus vidas.
Acompañamos a la familia de Daniel en este momento tan duro, como a las de tantos otros confiando en que su sangre derramada no sea en vano sino que nos ayude a tomar conciencia y a trabajar juntos por una sociedad en paz, esto sólo se logrará con la base de una justicia verdadera y de un compromiso auténtico de aquellos que asumieron la responsabilidad de cuidar la vida de los ciudadanos.
Asimismo, repudiamos los hechos de violencia del día de ayer del que hemos sido testigos sabiendo que la violencia solo engendra más violencia. También sabemos que es difícil pedir un diálogo sereno con la sangre de un compañero trabajador en las manos, sabiendo que mañana puede ser la propia o la de un ser querido.
Necesitamos un diálogo profundo y sincero. Si bien hasta ahora ha habido silencio de parte de las autoridades, es más honesto hacer silencio que realizar promesas que no se van a cumplir y que llevan a la frustración.
Reclamamos respuestas visibles que cuiden la vida de nuestro pueblo, de otro modo estamos corriendo el riesgo de ser una sociedad que empiece a hacer justicia por su propia mano y eso es algo que no queremos, porque la injusticia y la violencia que generarían serían aún más grandes.
Que Jesús, Rey de la Paz, en esta Semana Santa nos ayude a afrontar este momento sabiendo que Dios nunca deja desamparados a los que se confían en Él.