Opinión

El Dios de los pobres del mundo: Diego Armando Maradona (videos)

         Por Silvina Batallanez

Pocos son los que reniegan de él o desvalorizan sus pasos de bailarín en botines sobre las canchas de este mundo. Esa minoría se concentra en el juicio escatológico de las inquisiciones, los cuales parten de la incomprensión de lo que es bueno, bello y verdadero, alterando esto en críticas morales temerosas del pecado con los infiernos y promesas de cielo casi infantiles.

Para la mayoría, los que no están dispuestos a tirar piedras a la Magdalena, Diego es Dios, el Dios argentino, pero también el Dios Mundial. Hasta el yogui, místico y visionario de moda, Sadhguru, un maestro espiritual de fama mundial al nivel de Osho, tomó la vida de Diego Armando Maradona como un ejemplo para celebrar la cualidad que le permitió convertirse en una leyenda del fútbol. El enfoque lo puso en la concentración que el futbolista argentino tenía en la pelota. Él asegura que la capacidad de mantener la concentración es el factor decisivo para el éxito en cualquier situación de la vida; ya sea que el objetivo sea el crecimiento espiritual, ganar un partido o hacer cualquier cosa que signifique dar amor a otros desde lo que uno mejor puede.

Por supuesto hay miles de personas en el mundo pensando en que Diego encarnó la magia que va mucho más allá del talento. Y lo que quizás sorprenda al globo en esta galaxia, es que Diego Armando Maradona, representó el espíritu colectivo argentino, donde un niño privado de todo en un país lleno de todo, elevó su pecho y mirada al cielo y se prometió no dejarse desalentar, robar, pisotear, resignar, como nos vienen empujando las aves rapaces que merodean con hambre voraz todas la riqueza que tenemos dentro de las fronteras de este país al sur del mundo: eso incluye la fortaleza de su gente.

Diego, el «cabecita negra» de una villa del conurbano, como un zapador en camino a la guerra contra los invasores, con sus piernas cortas y la voluntad de un espartano de hacer feliz a su familia y país (fortaleza del criollo argentino), abrió los canales para que millones de jóvenes condenados a la pobreza encontraran en el fútbol la alegría de vivir y, por qué no, una carrerea profesional. Pero esa inspiración tocó los corazones de millones de muchachos en el mundo entero, que vieron en él, el halo santo de un instante de felicidad en medio de todas las angustias y adversidades en u mundo plagado de injusticias.

Diego, no fue solo un jugador de fútbol, fue un hombre que agradeció al cielo el talento que le fue dado y lo puso al servicio de la alegría de todos, al punto que hasta los ingleses que recibieron sus goles y aún  tienen pesadillas cada tanto, saborean ese realismo mágico que hasta a ellos envolvió en su propia angustia. Porque verlo jugar a Diego era ver danzar a los mejores bailarines del mundo o desfilar a las mujeres más bellas jamás vistas.

El escalofrío, las lágrimas, la euforia, todo eso que provocaba verlo en acción al petiso de Villa Fiorito, no puede ser explicado razonablemente ni medido. Es como el Amor y la Verdad, las dos cualidades esenciales de Dios; por eso  “el Diego es Dios”. Todo lo demás es tema de coflicto en aquellos que, por ser fieles a una idea de Dios, practican el odio señalando la paja en el ojo ajeno sin poder ver la viga en el propio.

Hoy, hace 2 años, su magia corporal abandonaba este mundo de polvo y espinas, pero el aroma de sus flores para los ojos del mundo, sigue brotando  en los corazones de los que saben agradecer a Dios sus regalos.

 

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