Cristianismo

Un hermoso encuentro con Dios|Del new age al cristianismo (video)

Una historia singular de fe a través de un largo recorrido por diferentes caminos espirituales basados en la new age llenos de prejuicios sobre el cristianismo, el judaísmo y el nombre de Dios.

Béryl tiene 47 años y procede de una familia donde su padre era protestante no practicante y su madre judía no practicante. En una entrevista en  Découvrir Dieu confiesa que “La religión era algo que no formaba parte de mi educación”.

Antes de eso enseñaba métodos para reducir el estrés basados en el amor a uno mismo, pero no lo comprendió realmente hasta que se supo amada por Dios y borró todos los prejuicios que traía sobre él desde una infancia progresista alejada de los cánones ortodoxos de las confesiones abrahámicas.

Pero sus inquietudes espirituales se despertaron en un viaje de mochilera que realizó a los 25 años. Al respecto recuerda: “Creo que todo debió comenzar entonces. Buscaba a través de lecturas, de cursos, de contacto con todo tipo de tradiciones… Hasta el punto de que hace diez años, más o menos, empecé a ofrecer formación en reducción del estrés mediante la meditación”.

Pero la vida le tenía preparados algunos desafíos que moverían el piso de su vida zen en términos de new age. En 2017 a su compañero le diagnosticaron una enfermedad terminal que lo llevó a la muerte dos años después. En aquel momento estaba instalada en París, pero tras esa muerte, necesitaba irse de esa ciudad.  “Me preguntaba qué debía hacer. Al cabo de dos meses, me fui de viaje con los niños” contó y agregó que regresaron al año “sin saber muy bien dónde echar raíces”. Ese suceso coincidió con los confinamientos por Covid. Ese momento lo pasó junto a sus hijos en una casa prestada por unos amigos.

Y en el verano de 2020 Béryl conoció a Bruno, un hombre de profunda fe cristiana. Al respecto destaca: “Yo estaba alejadísima del cristianismo. Había buscado en todas partes, pero no el cristianismo y todavía menos en el catolicismo, al que veía como una religión muy culpabilizante y un poco seca”.

Sin embargo, su nuevo compañero le tendió puentes con lo poco que conocía del cristianismo: “Me impactó extraordinariamente. Sobre todo, el hecho de encontrar una relación con Dios. Antes, yo no Le llamaba así. Le llamaba ‘la Vida’ o ‘el Cosmos’ o ‘la Presencia’. Sentía que formaba parte de algo superior a mí, pero no estaba personificado, no podía relacionarme con ello. Y ahora, sin embargo, la tenía y era algo extraordinario, tanto más extraordinario cuanto que, en el curso que yo impartía de reducción del estrés, siempre había hablado de que era enormemente importante amarse a uno mismo, y solo a partir del momento en el que uno se ama a sí mismo se puede amar a los demás. .Ésa era la clave fundamental. Yo, racionalmente, estaba convencida, pero… no sabía cómo se hacía. No sabía cómo amarse a uno mismo”.

Su nueva mirada sobre el cristianismo le decía: «Ahora, en esa relación con Dios, yo podía dirigirme a Alguien que me amaba. Era una dulzura infinita. Así fue mi encuentro con Dios. Y lo curioso es que yo había tenido siempre el sentimiento de que en mi vida había lo que yo denominaba ‘una estrella’». Y enfatizó: «Fue entonces cuando leí en el Evangelio ese pasaje que dice: ‘Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo’ (Ap 3, 20). Eso me sucedió a mí. Y pensé: ‘Realmente, tú llamabas a la puerta desde el principio’. Así fue. Un hermoso encuentro»

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