Catolicismo

San Benito: «Un astro luminoso en un siglo oscuro»

San Benito nació en Nursia en torno al 480 D.C. Su paso por este mundo ha representado la inauguración de una de las escuelas monásticas más emblemáticas del cristianismo, así como una de las inspiraciones intelectual y espiritual más fuertes para el nacimiento de la cultura europea luego de la caída de la civilización romana.

Es, de alguna manera, el iniciador de los centros de oración y hospitalidad donde conviven la vocación por el monacato con la ayuda a pobres y peregrinos. El historiador Jacques Le Goff expresó sobre el Santo de Europa: “Deberíamos preguntarnos a qué excesos se habría visto abocada la gente del Medievo, si no se hubiera alzado esta voz grande y dulce”. Sobre esto dice su primer y más conocido biógrafo, San Gregorio Magno, en el Libro II de los “Diálogos”: “Fue un astro luminoso en un siglo oscuro”

Es que la época estaba marcada por una gran crisis de valores humanos. Procedente de una familia noble de la región de Nursia, cuando fue enviado a estudiar a Roma, parece haber quedado abrumado por la moral corrompida en todos los ámbitos de la ciudad donde la entrega a los vicios y la lujuria eran una costumbre aceptada. Es así como decide alejarse y comienza, antes que su vida monástica, una introspección viviendo unos tres años como ermitaño.

El camino a Montecasino

Actualmente, en el lugar donde – según la tradición- estaba la casa natal del santo, fue construida la basílica de San Benito. Desde muy temprana edad su vida estuvo marcada por la oración. Tras su retirada de Roma y las grandes urbes de entonces, llega primero a una localidad llamada Effide (hoy Affile), y después vive como eremita, en una cueva de Subiaco destinada a convertirse en el monasterio benedictino “Sacro Speco”. Este periodo de soledad precede a una etapa fundamental en su camino: la llegada a Montecasino. Aquí, entre las ruinas de una antigua acrópolis pagana, San Benito y algunos discípulos construyeron la primera abadía.

A San Benito, hermano mellizo de Santa Escolástica, se le atribuyen numerosos milagros, especialmente de exorcismo, empezando por lograr frenar los atentados a su propia vida

Tal don para someter a los espíritus malignos lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de San Benito. Asimismo, predijo el día de su propia muerte, ocurrido el 21 de marzo del 547, pocos días después de la muerte de su hermana. Desde finales del siglo VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de julio quedando así su fecha en el santoral católico.

La medalla de San Benito

La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia católica, ortodoxa y luterana por ser un elemento de poder exorcista. Como todo sacramental, su poder está no en sí misma, sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.

Descripción de la medalla:

En el frente de la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el libro de las Reglas en la otra mano, con la oración: «A la hora de nuestra muerte seamos protegidos por su presencia». (Oración de la Buena Muerte).

El reverso muestra la cruz de San Benito con las letras:

C.S.P.B.: «Santa Cruz del Padre Benito»
C.S.S.M.L. : «La santa Cruz sea mi luz» (crucero vertical de la cruz)
N.D.S.M.D.: «y que el Dragón no sea mi guía.» (crucero horizontal)

En círculo, comenzando por arriba hacia la derecha:
V.R.S. : «Abajo contigo Satanás»
N.S.M.V. : «para de atraerme con tus mentiras»
S.M.Q.L. : «Venenosa es tu carnada»
I.V.B. : «Trágatela tu mismo».
PAX : «Paz»

La Regla

Aunque curó enfermos, alejó demonios y hasta le asignan resucitaciones, el milagro más duradero del padre de la orden benedictina, es la composición de la Regla, escrita en torno al 530 d.C. Es un manual, un código de oración para la vida monástica. Desde el prólogo hasta el último de los 73 capítulos, Benito exhorta a los monjes a aguzar el oído del corazón y a no desesperar nunca de la misericordia de Dios: “Escucha, hijo, estos preceptos de un maestro, aguza el oído de tu corazón, acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica, para que por tu obediencia laboriosa retornes a Dios, del que te habías alejado por tu indolente desobediencia”.

Ora et Labora

“Reza y trabaja” es la máxima benedictina. Gustaba tanto de practicar el ayuno y la oración, pero tenía la fuerte convicción de que había que ocupar un tiempo en algún tipo de esfuerzo físico. El trabajo era para él un honroso camino hacia la santidad. Al respecto escribe: “La ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas en el trabajo manual, y a otras, en la lectura divina”. Para el gran monje, la oración y el trabajo no estaban en contraposición, sino que establecen entre si una relación simbiótica.

La vida monástica definida por San Benito como “una escuela del servicio del Señor”, no puede prescindir del trabajo concreto. Está convencido de que el trabajo es una extensión de la oración. “El Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos” dejó escrito.

 

 

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