Opinión

Los mandamientos de Dios: El relativismo moral y el camino a la anomia


Por el Dr. Raúl Radakoff. Pastor Evangélico.

Inmediatamente después de la Creación, Dios entregó al hombre un código de moralidad. Estableció para él una»Ley Moral de Dios». En Edén, esta era sencilla, pues al no haber pecado ni separación espiritual entre el Creador y su criatura, todo le estaba permitido, con una única excepción relacionada con el consumo de cierto fruto. Bueno, ya sabemos cómo terminó esa etapa. EL HOMBRE FALLÓ.  Al hacerlo, no solo se perjudicó a sí mismo, dando entrada de la iniquidad a su naturaleza, sino que dejó caer en manos de Satanás, las llaves del mundo entero. Y cuando Satanás tomo el control, hizo aquello que es la razón de su existencia: Robar, matar y destruir. Satanás, no puede destruir a Dios, ni dañarlo directamente a Él, pero que manera más efectiva de herir el corazón de Dios, que hacerle daño al objeto de su amor “El hombre” Satanás es experto en provocar sufrimiento (Piense Ud. que le lastimaría más, ¿Qué le peguen a Ud. o que le peguen a sus hijos?). Y entonces, el gobierno de Satanás, derramó sobre el mundo entero: Enfermedad, peste, terremotos, desordenes climáticos, un sistema de supervivencia que requiere la muerte del otro como medio de vida. En definitiva, todas las cosas que hacen de este mundo un sitio hostil. Luego hubo un tiempo en el que no hubo Ley para el Ser Humano, el hombre se siguió manejando a su propio criterio, y la mayoría de ellos, o mejor dicho prácticamente todos, terminaron en abominaciones y un desenfreno moral absoluto. El hombre librado a su propio criterio, solo se conduce al mal. Una teoría muy popular, ciegamente aceptada por muchas personas, e incluso la conclusión de toda la filosofía, englobando muchas ideologías modernas, es que la naturaleza es inherentemente y naturalmente buena y puede ser mejorada. Hoy en día se sostiene que, si simplemente procuramos mejorar el ambiente del ser humano y la herencia de sus padres, el hombre podrá perfeccionarse y progresar. Se trataría así de mejorar al ser humano desde afuera hacia adentro. Algunos movimientos cristianos enseñaron que el ser humano puede ayudar a obtener su propia salvación. Otros han ido más lejos, afirmando que el hombre se puede salvar a sí mismo. En otras palabras, es como si Dios le hubiese entregado al hombre una especie de equipo de recursos para obtener la salvación por sí mismo. Algunas sectas proclaman que la naturaleza humana es totalmente buena y que no existe tal cosa como el pecado. Pero: ¿Qué dice Dios del hombre? Dios dice que el ser humano es totalmente malo. Esta es la condición en que todos nos encontramos. Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos capítulo 3:10, «No hay justo, ni aún uno».  La demostración de ese hecho es evidente en la humanidad posterior a la Caída.  Pensar que el hombre se puede salvar a si mismo de las consecuencias de su propia naturaleza fallida, es tan absurdo como pensar que si se jala de los cabellos con la suficiente fuerza, se levantará a si mismo del piso. Esa etapa terminó en el Diluvio Universal. ¿Fue maldad de Dios el Diluvio? ¡NO! ¡De ningún modo! Fue, sin dudas,  un acto misericordioso, para evitar que el Ser Humano sin ley ni guía, siguiendo el plan de Satanás, terminara destruyendo la totalidad de la creación de Dios, cumpliendo así con el propósito iniciado en Edén cuando la Caída. Ni por un instante crean que la humanidad en tiempos del Diluvio era una colección de hombres de las cavernas, salvajes y desarrapados… ¡No! Los hombres llegaron a grandes alturas tecnológicas, ¿O creen por acaso que Noé construyó el Arca con un martillo y una sierra de mano, movida a músculo? Posiblemente, la humanidad en su desaforada conducta, pudo en aquel tiempo haber desarrollado armas químicas, biológicas y hasta nucleares, que hubieran provocado la extinción total de la vida en la Tierra. «Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal.» (Génesis 6:6) . Aquí se describe la condición de la familia humana que habitaba la tierra. Leemos la declaración del Señor en los versículos 6 y 7:«Y le pesó al Señor haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en su corazón. Y el Señor dijo: borraré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho. Y le pesó al Señor.» ¿Qué le pesó al Señor? La corrupción del ser humano. Es como si Dios hubiese cambiado de idea y tuviese la intención de remover de la tierra al hombre. Esta fue una manera de expresar el desagrado de Dios por la maldad del hombre. Pero aunque Dios se afligió y sintió un peso insoportable por el pecado del hombre, no le destruyó. Así que con gran dolor en su corazón Dios procedió a rescatar a 8 personas y varios animales. Leemos en Génesis 6:3 «Entonces el Señor dijo: No contenderá mi Espíritu para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne, serán, pues, sus días ciento veinte años.» Noé predicó por 120 años, y durante ese período el Espíritu de Dios estuvo esforzándose en comunicarse con los hombres para que éstos se volviesen a Dios. El apóstol Pedro relató con gran claridad que fue allá en los tiempos de Noé cuando el Espíritu de Dios se esforzaba para atraer los seres humanos hacia Dios, pero ellos no querían volver. Dice el apóstol en su primera carta, en el capítulo 3:18 y 19: «Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados.» Estos espíritus estaban en prisión cuando Pedro escribió, pero a ellos se les predicó en los días de Noé. ¿Cómo lo sabemos? El versículo 20 de este último pasaje continúa diciendo: «Quienes en otro tiempo fueron desobedientes cuando la paciencia de Dios esperaba en los días de Noé, durante la construcción del arca, en la cual unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvadas a través del agua.»  ¿Cuándo fueron ellos desobedientes? En aquel tiempo de la paciencia de Dios, en los días de Noé, durante aquellos 120 años.

Retengamos este concepto para más adelante.  La situación de la humanidad, llegó a la “ANOMIA”. Así fue que esa etapa de la humanidad terminó y dio pie a un nuevo inicio. Luego Dios habló con diferentes profetas y ellos actuaban como rectores de lo correcto y lo incorrecto.

Finalmente llegamos a la entrega de las Tablas de la Ley al Pueblo de Israel, por medio del profeta Moisés. Ellas son un detalle de lo que Dios quiere y no quiere para nosotros. Junto con indicaciones de tipo ceremonial, y de tipo sanitario, Dios entregó al hombre una completa lista de reglas. En los 10 mandamientos encontramos una síntesis en pocas palabras de esa Ley moral de Dios. Tanto es así que por siglos las normas estipuladas en esos mandamientos fueron la base de las leyes humanas, en muchos casos hasta el día de hoy.  Con la llegada del Iluminismo, comenzó un peligroso y dañino proceso: El nacimiento del concepto del «Relativismo Moral», el cual se contrapone al «Absolutismo Moral» de la Ley de Dios.

El relativismo moral es una filosofía que asegura que no existe una ley moral absoluta y global que aplique a todas las personas, en todo tiempo y en todo lugar. En vez de una ley moral objetiva, esta apoya un punto de vista calificado cuando trata lo moral, especialmente en las áreas de la práctica moral individual donde los retos personales, circunstanciales, transitorios y pasajeros, dictan supuestamente la posición moral correcta. El relativismo moral asegura que la moralidad no está basada en ninguna norma absoluta. Más bien en “verdades” éticas que dependen de la situación, cultura, sentimientos propios, etc.,

El filósofo ateo Frederick Nietzsche.

Aquí resumiremos la esencia de su pensamiento: Él dijo que: «Dios ha muerto». Y ¿Qué significa esta frase?: Esta frase representa el principio del Nihilismo cobijado por la liberación paulatina del hombre. Dostoievski ya dijo una vez: “Si Dios no existe, todo está permitido; y si todo está permitido la vida es imposible”, y Nietzsche llega a la misma conclusión, pero asumiendo la necesidad de hacer posible una vida sin Dios, la necesidad de crear unos nuevos valores no sustentados en un Dios que odia la vida, según sus propias palabras. Para Nietzsche, los viejos dogmas y esa absurda fijación de algunos creyentes de intentar monopolizar la moralidad humana, ya son cosa del pasado. El «Dios ha muerto» es la prueba de que el hombre puede ser independiente de Dios… ¿acaso la bondad, y todos los demás valores éticos y morales, solo están presentes en las personas de fe?   Si la virtud no proviene de Dios, debe provenir de algún lado, ¿cierto? ¿Tan poco nos valoramos como para pensar que no somos capaces de guiar nuestras acciones por un buen camino? ¿Acaso no es la inteligencia la que nos separa de nuestros nobles animales?…y ellos no actúan con maldad. La idea de Dios, antiguamente necesaria hasta lo máximo, ahora solo es un cadáver putrefacto. Podemos elegir y nadie nos mirará con recelo. En resumen, el «Dios ha muerto» es una alegoría a la liberación del hombre de viejos dogmas que lo controlaban y que no se atrevía a cuestionar. El hombre abre los ojos y se enfrenta a una realidad trágicamente cruda, pero más real que nunca. Resumiendo la filosofía moral relativa, Friedrich Nietzsche, escribió: “Ud. tiene su manera, yo tengo la mía. En cuanto a la forma correcta, esta no existe”.

La idea subyacente en todo lo anterior y que ha sido ampliamente difundida deriva directamente de la concepción del hombre como ser sujeto a la «Teoría de la Evolución». El argumento sería, que de la forma como la humanidad ha evolucionado de organismos biológicos menores a mayores; así el concepto de lo moral y de lo ético han ido evolucionando y que lo seguirán haciendo, por lo tanto, todo lo que puede ser determinado en el presente, y por siempre, es que no existe certeza absoluta o inalterable en el área de lo moral.  Citaré al recientemente fallecido filósofo humanista secular Paul Kurtz (Conocido por fundar el Comité para la Investigación Escéptica y el Consejo para el Humanismo Secular, así como por ser promotor del Día de la Blasfemia) lo cual lo exime de ser considerado un pensador «amigo» de la tesis planteada en este trabajo, sino más bien debe de ser tenido en cuenta como un adversario declarado de ella, ¿Y qué es lo que dijo?: En el libro, “The Humanist Alternative” escribió, resumiendo la idea evolucionista de este modo: “Si el hombre es un producto de la evolución –una especie entre otras– en un universo sin propósito, la opción del hombre es vivir para sí mismo”.  Y tenía razón, repitamos a Dostoievski: «Si Dios no existe, todo está permitido». Si el hombre está así, solo ante una insensible creación, donde no hay finalidad ni propósito es obvio que su mejor elección es cuidar de sí mismo tan bien como pueda y a costa de lo que sea. Deberá de actuar dando rienda suelta a sus pulsiones, esclavo del eros y el tánatos. Igual que el león macho que mata sin ninguna piedad ni barrera de sentimientos, a las crías de otros machos para que sus genes prevalezcan, por sobre los demás. O igual al lobo que hambriento se comerá sin dudarlo a su congénere más débil, pues por sobre cualquier circunstancia debe prevalecer su propio interés. Toda esta filosofía nos lleva a una completa animalización del ser humano, y a la consagración del egoísmo por sobre cualquier otra consideración. El EGO supremo. Recordemos que la Biblia nos cuenta con claridad que Satanás cayó por su EGO. Por querer ser igual a Dios en su soberanía. Y esa es la contaminación que entró en el espíritu del hombre al momento de la caída adánica.

Al declarar muerto a Dios, junto con Él sepultamos a su Ley Moral ¿Y que viene a continuación?: Un patrón de medidas que se acorta o se alarga de acuerdo a nuestras necesidades. Pues excluida la Ley Moral de Dios expresada en los mandamientos, ¿Sobre qué podemos basar un sistema universal de lo correcto e incorrecto?  En ese caso analicemos las tres grandes corrientes que nos permitirían armar una Ley Moral sin Dios.  A saber:

  1. La Naturaleza
  2. La cultura
  3. El individuo

La Naturaleza: Basar en ella un sistema moral es algo absurdo: Desafío al más capaz de los científicos a que me derive del comportamiento de las partículas subatómicas, o del comportamiento de los átomos, moléculas y sus interacciones, una sola regla de moralidad aplicable al ser humano y/o a su sociedad.  La ciencia, aún la más exacta de ellas se reconoce como impotente ante este desafío. La ciencia describe fenómenos y trata de explicarlos colocándolos en marcos teóricos que sirvan para predecir acontecimientos.  No hay método científico que pueda explicar, si el asesinato es correcto o incorrecto, o analizar si una violación merece una censura moral o no.  El famoso científico Albert Einstein dijo: «Se está en lo correcto cuando se habla de los fundamentos morales de la ciencia, pero no se puede hablar de los fundamentos científicos de la moral”. 

La cultura: Comencémonos preguntando ¿Cuál de ellas? Pues existe una miríada de culturas, algunas vigentes y otras extintas. Todas ellas con sistemas diferentes, aplicaciones diferentes, por lo que no es posible hablar de una hipotética «cultura correcta». Ya que no hay bases para medir una con otra. El mismo David Hume uno de los «apóstoles» del relativismo, ateo y escéptico, reconoce su irracionalidad en temas relacionados con la ética, y declara que la cultura expone lo que se ES. Y claramente dice que no es posible derivar del ES aquello que «DEBE SER». Por lo tanto uno de los mayores propagadores del relativismo da el mejor argumento contra el uso de la cultura como base determinativa de una regla de moralidad.

El Individuo: Quizás esta falacia es la más fácil de demostrar. Como escribimos más arriba. Si una regla de moralidad se va a escribir sobre las bases del interés del individuo, caeremos de inmediato en un caos donde el interés individual estaría permanentemente en colisión con los otros intereses individuales.  ¿Quién sería capaz de imponer su propia visión sobre los otros? ¿Quién, en definitiva, podría escapar a sus preferencias personales?

Tras esta lectura concluimos que el Relativismo Moral,  no tiene capacidad ni oportunidad de establecer un parámetro que permita responder a la simple pregunta: «¿Esto que hago es correcto?» . Ya que más allá de su opinión personalísima, no hay una regla a la cual acudir, ni tampoco existe un Ente superior que con su autoridad se le permita arbitrar.

Por lo tanto es hora de volverse a Dios, y clamar para que sus verdades sean proclamadas. Sus mandamientos y ordenanzas son una bendición a la humanidad.  Son imprescindibles y algo más: No hay ser humano que no tenga grabados en su corazón los mandamientos de Dios.  El problema es la rebelión de la naturaleza caída del hombre. Citando al Apóstol Pablo en su carta a los Romanos1:19-22 «… porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,…»

Es obvio por lo tanto que todo ser humano tiene el entendimiento de la Ley Moral de Dios. Tanto es así que cuando a un «Relativista Moral» le mienten, lo hacen víctima de un engaño, lo estafan o sufre un crimen, de inmediato sin mediar ni un instante pasa a ser un absolutista moral. La reacción de las personas a lo que consideren un tratamiento ético inmoral, traicionará inevitablemente sus verdaderos sentimientos sobre los asuntos de lo relativo contra las leyes morales objetivas. Son la mar de la tolerancia y la amplitud de criterio, hasta que las cosas les van mal. De allí pasan de inmediato a la «Tolerancia Cero».

Desde hace ya dos siglos en las principales usinas de pensamiento, centros de educación, o investigación, ubicados en nuestro lado occidental del mundo, se les viene machacando la cabeza a las generaciones de estudiantes con estos conceptos de Relativismo, la idea del «Dios muerto», la vetustez de sus Mandamientos.  ¿Y cuáles fueron las consecuencias de ello?  Doctrinas nihilistas como el nazismo, o el estalinismo. Regímenes como el de Pol Pot.  Pero también un sistema de explotación capitalista, combinado con un mundo financiero, que «maximiza sus utilidades», que no tiene, ni reconoce ningún límite a sus propias ambiciones, que es totalmente refractario a la Ley y siempre trata de filtrarla como sea posible, cuando no quebrarla directamente en la consecución de su mejor beneficio.  Tal como citábamos al principio a Paul Kurtz: “Si el hombre es un producto de la evolución –una especie entre otras– en un universo sin propósito, la opción del hombre es vivir para sí mismo”  Los Lehman Bros, los Madoff, los Merryl Lynch, causantes de la gran debacle financiera que comenzó en 2008 y que aún sigue arrastrando al mundo entero al borde del colapso, son organizaciones dirigidas por profesionales formados en esas Universidades del Relativismo Moral.

Por lo tanto si mejorar en diez puntos la rentabilidad de su compañía implica que en el otro extremo millones no tendrán un pan para comer, es un hecho que los tiene absolutamente sin cuidado. Pues están atendiendo el Bien Supremo de su propio código moral: «cuidar de mí mismo, a cualquier costo». Podría seguir la lista con firmas como ENRON, o como los famosos Investment Funds, conocidos como Fondos Buitre, por su actitud carroñera y desalmada. Pero, no olvidemos que la hermana de la exacción económico-financiera, es directamente el uso de la violencia: La conquista, la explotación de la propiedad del otro. Sin dudas el Relativismo Moral, es la explicación a todos los conflictos de los últimos 200 años, sin excepción.

El plan Satánico iniciado en Edén, y continuado hasta que  para el tiempo del Diluvio, casi llegó a tener éxito, se “recicló” se reinventó, desde la retorcida mente de quien lo pergeñó.  El objetivo es volver a poner a la humanidad en la misma situación previa al Diluvio. Situación de ANOMIA.

La palabra “anomía” “ἀνομία” es muy usada en las Sagradas Escrituras, en algunas versiones al español es traducida comúnmente como “maldad, iniquidad o pecado”, sin embargo la traducción más fiel de esta palabra es: “no ley” o “violación, infracción de la Ley”.

Es decir, la idea general de esta palabra en la Biblia, hace referencia a un rechazo u oposición a la Ley de Dios o Torah en hebreo. “Todo el que practica el pecado, es [anomían] violador de la Ley, porque el pecado es [anomía] violación de la Ley.” (1Juan 3:4).  El texto griego que traducimos como “el pecado es violación de la Ley” es “je jamartía estín je anomía” “ἡ ἁμαρτία ἐστὶν ἡ ἀνομία”. “Y por causa de un aumento en la [anomían] violación de la Ley, el amor de la mayoría se enfriará.” (Mateo 24:12). Hemos traducido “Y por causa de un aumento en la violación de la Ley” del texto griego “kai dia to plezünzenai ten anomían” (καὶ διὰ τὸ πληθυνθῆναι τὴν ἀνομίαν) que literalmente significa: “Y por medio de la multiplicación de la violación de la Ley”.

Lo que el Señor profetizó fue que por causa de un incremento en la Violación o no cumplimiento de la Ley de Dios, el amor sufrirá pérdida y se desvanecerá, pues la Ley es la cohesión del amor, sin ésta el amor se enfría hasta que muere.

El proyecto para llevarnos a ese estado comenzó a tomar aceleración en tiempos de la Revolución Francesa. Miremos ahora lo que dicen los sociólogos y antropólogos, gente que mira las cosas desde la perspectiva de la cultura del mundo y no del Reino, y nos asombraremos de la claridad con que estos especialistas han visto el efecto, aunque inevitablemente erran el diagnóstico de las causas. Para la psicología y la sociología, la anomia es un estado que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una comunidad. El concepto, por lo tanto, también puede hacer referencia a la carencia de leyes. Reciben este nombre todas aquellas situaciones que se caracterizan por la ausencia de normas sociales que las restrinjan. La anomia es, para las ciencias sociales, un defecto de la sociedad que se evidencia cuando sus instituciones y esquemas no logran aportar a algunos individuos las herramientas imprescindibles para alcanzar sus objetivos en el seno de su comunidad. Esto quiere decir que la anomia explica el porqué de ciertas conductas antisociales y alejadas de lo que se considera como normal o aceptable. Por lo tanto la anomia es sinónimo de falta de leyes y control en una sociedad y su resultado es una gran insatisfacción por la ausencia de límites en cuanto a lo que se puede desear.

El concepto moderno de anomia suele usualmente designarse para aludir a ciertos estados de inexistencia de normas en un determinado contexto histórico y social. De allí se ha asociado, inicialmente, que esta inexistencia de normas potencia la posibilidad de que se produzcan y reproduzcan conductas desviadas. La idea moderna y sociológica de anomia surge con Durkheim, (Émile Durkheim (1858-1917) fue un sociólogo francés….Él creó el primer departamento de sociología en la Universidad de Bordeaux en 1895, publicando Las reglas del método sociológico.)  En el marco del nuevo paradigma mundial que se deriva de la revolución francesa de 1789, la industrialización, la estructura social del nuevo capitalismo, el ascenso de la burguesía como nueva clase dominante y la aparición consecuente del proletariado.

Este contexto hacía tambalear el viejo orden y las “inseguridades” y los “miedos” de la modernidad acechaban la escala de valores, la cultura y el sistema de creencia que hasta entonces había disciplinado al conjunto social. Vemos aquí con caridad como romper el orden impuesto por Dios, alejarnos de sus ordenanzas y de sus mandamientos, solo trae robo, muerte, destrucción y miseria. («El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir;» Juan 10:10)

Pero Nuestro señor también profetizó que los días previos al fin de los tiempos, serán como los tiempos de Noé. Leemos en Mateo 24:34 -39 “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.”

Y ese maquinar para llegar nuevamente al estado de total ANOMIA, ya está operando. Veamos que dice nuevamente nuestro Señor: “Pues este misterio ya viene operando por medio de la [anomías] violación de la Ley, sólo que hasta el momento hay el que lo detiene, hasta que sea quitado de en medio.” (2 Tesalonicenses 2:7). La expresión griega que hemos traducido: “Pues este misterio ya viene operando por medio de la violación de la Ley” es “to gar müstérion éde energueítai tes anomías” “τὸ γὰρ μυστήριον ἤδη ἐνεργεῖται τῆς ἀνομίας”, que literalmente dice: “el pues misterio ya viene operando hacia dentro de la violación de la Ley”. Observamos que el misterio engañoso opera por medio de hacer que el hombre viole o rechace la Torah o Ley Dios, este misterio ya estaba operando en los tiempos de los apóstoles y desde antes. Por tanto, los que están en contra de la Torah, es porque están bajo el poder de este misterio.  “No dejen que cualquiera los engañe en ninguna manera, porque no llegará sin que antes venga la apostasía, y quede al descubierto el hombre [anomías] violador de la Ley, el hijo de perdición.” (2 Tesalonicenses 2:3).

La expresión griega que hemos traducido como, “el hombre violador de la Ley” es “jo ánzropos tes anomías” “ὁ ἄνθρωπος τῆς ἀνομίας”, que literalmente dice: “el hombre de la violación de la Ley”. Es decir que hay un “MISTERIO” operando, que llevará nuevamente a la humanidad a la ANOMIA, dando lugar a que todo se desbarranque.  2 Tesalonicenses 2:6  “Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. 7 Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.”

Lo que lo detiene es la Iglesia de Jesucristo. Cuando ella sea removida, sobrevendrá la barbarie. Hoy la Iglesia de Jesucristo, es la última frontera, en la última muralla que separa al mundo de la barbarie. Solamente los mandamientos de la Ley Moral de Dios, suministran una norma moral sólida, autoritativa, que puede ser con toda confianza seguida y utilizada como patrón de medida. Un Dios santo solo puede darnos una Ley Moral recta, capaz de enderezar todo lo torcido.  Haber tomado un curso de alejamiento de esos mandamientos divinos, ha traído únicamente las peores consecuencias a toda la humanidad.

No es necesario, aunque sí muy conveniente, creer en Dios para seguir su Ley Moral. Pero más allá de toda duda, el mejor curso de acción es reconocer, en forma agradecida, a Dios como la única fuente verdadera de lo bueno y sujetarse en obediencia a Sus Mandamientos, los cuales estableció para el bienestar de Su amada creación.  El Ser Humano.

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